altea

La antigua Altaya, más conocida como Altea La Vella

Hablar de Altea es hacerlo de una de las poblaciones más bellas de la Costa Blanca. Su situación geográfica, sobre un cerro que ofrece unas magníficas vistas al mar, y la singularidad de su casco histórico repleto de casas blancas y calles empedradas donde abundan los talleres de artesanía le confieren un aire  de pura esencia a Mediterráneo.

Sin embargo, muchos no sabréis que, antaño, la actual Altea no ocupaba este enclave ni coincidía con el antiguo recinto amurallado del que todavía se conservan vestigios, sino que situaba a unos 3’5 kilómetros ocupando una superficie situada al norte del río Algar. Os invitamos a que retrocedáis en el tiempo con nosotros para situarnos en el siglo VIII, en plena dominación musulmana.

Aquel asentamiento islámico, respondía a otro nombre, Altaya, que con el paso del tiempo, y tal y como ha sucedido con otros topónimos, ha derivado en la actual denominación de Altea. Esta zona, según apuntan algunas fuentes, podría haber sido poblada anteriormente por griegos y romanos, tomando el relevo las diferentes étnias llegadas de África que fueron ocupando progresivamente la península Ibérica. No obstante, otras fuentes históricas indican que la presencia griega en estas costas fue muy escasa y se limitó al comercio con los fenicios y los iberos.

Sea como fuere, fue tras la conquista cristiana, en el siglo XIII, cuando Altāya pasó a denominarse Altea, ocupando la misma superficie y también bajo control musulmán durante algunos años debido a concesiones de vasallaje con el rey Jaime I, además de por alguna que otra rebelión capitaneada por el incansable al-Azraq. Fue en esa época cuando aparecieron las primeras viviendas de Bellaguarda, con las que comenzó a dibujarse la conocida hoy como Altea La Vella, al tratarse de una zona perfecta como baluarte defensivo que contaba con una torre bautizada con el mismo nombre.

Los decretos de conversión de los musulmanes al cristianismo y, más tarde, de expulsión definitiva de los moriscos en 1609 provocaron un significativo despoblamiento, cuyo resultado fue el completo abandono de la antigua Altāya. Paralelamente, en torno a Bellaguarda se había ido creando un pequeño caserío arropado por la protección del baluarte al que, en los albores del siglo XVII, se concedió Carta Puebla, pasando a ocupar el nuevo, definitivo y actual emplazamiento de Altea.

Por fortuna, el viejo emplazamiento (Altea la Vella) se comenzó a poblar, de nuevo y paulatinamente, a partir del siglo XVIII y en la actualidad constituye una apacible pedanía de Altea situada a los pies de la siempre fascinante sierra de Bernia —frontera natural entre las comarcas de la Marina Baixa y la Marina Alta.

Información extraída del libro Paseos con historia por la costa de Alicante y el blog sendasyleyendas.com

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