En pleno corazón de la Marina Alta, y al abrigo de las montañas por los que discurre el Riu Girona, encontramos el municipio de Orba, conocido por ser uno de los pocos pueblos que mantiene la tradición alfarera heredada de la época de los moriscos. La cultura del barro está enraizada entre sus familias, muchas de las cuales se dedicaron durante muchos a modelar utensilios domésticos, básicamente de cocina, como cántaros, jarras, lebrillos, morteros, ollas, cazuelas o tiestos.
No obstante, de los talleres de Orba también han salido otras piezas de gran valor etnológico como los abrevaderos y comederos de los animales de corral, las picas de lavar y del pozo o elementos vinculados al proceso de secado de la pasa y otras relacionadas con la construcción y la decoración de viviendas, destacando la producción de tejas, ladrillos, baldosas o azulejos. De hecho, todavía se conservan hoy día los moldes para la fabricación de esta alfarería, cuya tipología demuestra la polivalencia y la talla artística de los alfareros de esta zona de La Marina.
La actividad cerámica se mantuvo durante unos tres siglos, situándose el origen de los primeros alfares a finales del siglo XVII y decayendo la actividad una vez entrado el siglo XX. De ello da fe la probada existencia de un importante número de talleres, entre los que destacan célebres apellidos vinculados al trabajo del barro como Berenguer, Prats, Fluixà, o Sendra, creadores y mantenedores de esta tradición centenaria. Si éstos, como hemos dicho, se especializaron en el barro para agua y en materiales de construcción, hasta el punto de ser conocidos como ‘alfareros,’ los del vecino municipio de Orbeta (hoy un barrio/urbanización) lo hicieron en la producción para fuego (básicamente cazuelas –cassola, en valenciano- y otros recipientes similares), recibiendo en consecuencia el sobrenombre de ‘cassolers’.
Un proyecto que se está fraguando hoy día, que ya ha permitido recopilar más de 400 piezas a través de donaciones de particulares, y que cristalizará en una colección museística que se expondrá y permitirá conservar este rico patrimonio material e histórico.
Una breve visita por Orba
Más allá de los talleres, hornos y piezas de alfarería, dos lugares emblemáticos también son muestra y herencia de esta tradición y buen hacer. Estamos hablando de La font d’Alt (construida en 1893) y la Font de Baix (que data de 1904), vestigios ambos de un pasado que los orberos han sabido conservar. Junto a estas dos fuentes merecen una visita las ruinas del castellet, que data del siglo XIII y muestran los restos de una fortaleza defensiva que se niega a inclinarse en el tiempo y que trae a la memoria aquellas guerras de antaño entre moros y cristianos por el control de la tierra.
También os aconsejamos desde la Guía del Turista que hagáis una pequeña parada en la iglesia parroquial, que a pesar de ser más reciente en su construcción, es interesante por sus pinturas y pináculo. Otro edificio eclesiástico, la pequeña ermita del Santo Cristo, mantiene el sabor tradicional del municipio, siendo el epicentro de las fiestas patronales que Orba celebra cada verano.