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El ‘genio’ del Penyon d’Ifach

En otros artículos del blog de La Guía del Turista hemos hablado sobre uno de los símbolos de La Marina: el Penyon d’Ifach. Sus características, calificación como Parque Natural protegido y singularidades nos han llevado a recomendar su visita en distintas ocasiones, aprovechando la ocasión para disfrutar también del municipio de Calp, donde se enclava el mismo.

En esta nueva entrada queremos seguir hablando del Penyon y de sus alicientes, pero desde otro punto de vista menos material, más esotérico y misterioso: el de las leyendas y el saber popular transmitido de generación en generación. Siguiendo la obra editada por José Soler Carnicer (“Leyendas del Peñón de Ifach y otras historias montañeras”) queremos relataros hoy la conocida leyenda del Peñón d’Ifach, que explica el poder de atracción de este gran peñasco que gana espacio al mar y es emblema de la Costa Blanca.

Se cuenta que por tierras de la Marina, frente a Calpe, vivían muy felices unas colonias de bellas sirenas que empujaban hacia las redes de los pescadores bandadas de peces y las soltaban cuando se enganchaban en algún banco de coral. Pero un día su paz se vio turbada por la inesperada llegada de un genio maligno que huía de las focas del mar de Alborán. Este genio perseguía y acosaba constantemente a las sirenas siempre que las veía. Estas últimas, asustadas, decidieron ir a ver al Dios Neptuno para pedirle que las librase de aquella pesadilla.

Neptuno accedió a sus deseos y les envió a un genio bueno para que las ayudase. Cuando se vieron frente a frente el genio malo quiso huir del mar, pero al salir a tierra se quedó petrificado para siempre bajo la forma del Peñón de Ifach. Y desde entonces las sirenas volvieron a ser felices  y siguieron ayudando a los pescadores llenando sus redes de peces.

Como toda leyenda o historia popular, siempre se busca un símil con algún fenómeno palpable para buscar una conexión con la realidad y darle más verosimilitud a la narración. En este caso, se dice que algunos días, al amanecer, cuando el Peñón está envuelto en la niebla, el genio malo trata de escaparse de la gran roca escondido entre las brumas. Pero los emergentes rayos del sol se lo impiden al disipar la neblina. Se cuenta, asimismo, que quienes tengan la suerte de ver ese fenómeno atmosférico serán felices para siempre.

Disfrutéis o no de él, desde la Guía del Turista os recomendamos que visitéis el Penyon d’Ifach y, sobretodo, seáis muy felices.

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salinas calpe

¿Conoces las Salinas de Calpe?

Calpe es uno de los principales núcleos turísticos de la Marina. Sus playas, sus marisquerías y, sobre todo, el Penyon d’Ifach (auténtico emblema de la ciudad) la convierten en un destino atractivo durante todo el año. Sin embargo, también cuenta con otro aliciente no tan conocido pero sí muy interesante: sus salinas.
No hace falta ni buscar ni preguntar. Las Salinas de Calpe son fácilmente reconocibles cuando, tras entrar por la ciudad por el norte (procedentes de la carretera nacional o la autopista) descendemos en dirección a la playa. A mano izquierda encontraremos una gran laguna que antaño se utilizó como salinas y que en la actualidad está protegida por su alto valor ambiental y paisajístico.
Observatorio de aves
Su localización, tal y como hemos dicho en el mismo núcleo urbano de la localidad, y su proximidad al Parque Natural del Peñón de Ifach la convierten en un enclave singular e ideal para una gran cantidad de aves, tanto residentes como para las migradoras, en su faceta de lugar de nidificación y descanso.
De todas ellas, no cabe duda que la más espectacular y llamativa es el Flamenco Común, que con una envergadura alar de hasta 170 cm y una longitud de 140 cm sorprende por su extraña silueta y larguísimo cuello. Otra especie que llama la atención es la Cigüeñuela, inconfundible por sus largos tarsos rojos, su pico (que llega a los 7 centímetros) y su contrastado plumaje blanquinegro.
Para poder disfrutar plenamente del observatorio de aves, desde la Guía del Turista os recomendamos visitar este paraje en las primeras y últimas horas del día, especialmente en verano. Podremos observar aves de distintas especies si tenemos en cuenta las distintas épocas de migración y reproducción. Desde la Avenida de los Ejército Españoles tenemos buenos puntos de observación.
Una antigua bahía abierta
Con una superficie de algo más de 40.000 hectáreas, las Salinas de Calpe fueron hace muchos años una bahía abierta al mar. Tras hacerse servir para obtener sal (nos tendríamos que remontar a la época de la ocupación romana de Hispania), con el tiempo se fue aterrando y rellenando, lo cual hizo posible incluso su puesta en cultivo, que se abandonó a finales de la década de los 80. Hoy en día se mantiene una lámina de agua permanente, lo que se consigue gracias al bombeo de agua desde el mar. Con ello es posible atraer a un buen número de aves, incrementando el valor ambiental de la zona.

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corsarios en la marina

La Marina, refugio y tierra de Corsarios

El litoral de la Marina, destino en el presente de muchos turistas ávidos de sol y playa, fue antaño importante bastión para los corsarios. Su privilegiada ubicación geográfica, en la parte más meridional del golfo de Valencia y a sólo un paso de las Baleares, le convertían en un refugio perfecto para que estos temidos marineros fondearan para surtirse de provisiones, dar rienda suelta a sus ansias de jolgorio o reparar sus maltrechas naves, testigos de múltiples batallas y aventuras en alta mar.

Puertos y calas como las de Dénia, Jávea, Moraira, Calpe o Altea se convirtieron en un lugar habitual donde los corsarios establecían de manera provisional (en la mayoría de ocasiones) o con carácter más estable (en las menos) los marines corsarios. Tanto es así que hoy en día las fiestas de Moros y Cristianos de algunas poblaciones de La Marina tienen filaes que responden al nombre de Marinos Corsarios

La tradición se remonta muchos años atrás. Ya en la época islámica, el rey Mujahid de Dénia construyó gran escuadra formada por marinos y piratas. Tras la reconquista cristiana la ciudad continuó siendo un enclave estratégico para los corsarios, hasta el punto de que entre 1406-1476 el gobernador concedió licencias para armar las naves bajo patente de corso. En Dénia había catorce, siendo el mayor porcentaje de todo el reino. Los tipos de embarcaciones variaban dependiendo de las posibilidades que ofrecieran para alejarse más o menos de la costa. Generalmente eran naves muy rápidas y aptas para llevar a cabo una buena navegación. Predominaban los leños o bergantines, fustas o galeotas de unos 15 ó 20 metros de eslora, algunas sin cubierta. Podían llevar alguna pieza de artillería de bajo calibre. Muchos de estos navíos se dedicaban también a la presa de esclavos moros y negros, que posteriormente se vendían en los mercados de Alicante, Orihuela y Guardamar. Sin embargo, en 1448 el corso ilegal fue perseguido por las autoridades, acabando con este libertinaje y convirtiendo a los corsarios en objeto de persecución, hasta el punto de catalogarlos como piratas, delincuentes y, durante algunas etapas, como enemigos de la corona.

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Los baños de la reina: una piscifactoría en tiempos del Imperio Romano

Protegido por el Peñón de Ifach, los Baños de la Reina constituyen uno de los principales atractivos arqueológicos de la Marina Alta. Hablamos de los restos de una villa que formaban parte de una antigua piscifactoría en Calpe, donde hubo un asentamiento de primer orden en la época del Imperio Romano.

El yacimiento, descubierto en 1960 prácticamente de forma accidental, se encuentra delimitado por la propia Av. de Europa, bajo la cual existen algunos restos. Entre todos ellos destaca el tamaño de las pilas o balsas usadas en el proceso de la salazón así como la cueva, que sita en la parte inferior del paseo peatonal se comunica con un aljibe.

La importancia de los Baños de la Reina no sólo reside en su grado de conservación, sino en el hecho de que estemos hablando de una de las más importantes piscifactorías del Mediterráneo para la fabricación de salazón de pescado, y más en concreto, de garum (un producto de lujo muy cotizado durante aquella época).

Los romanos, que buscaron en Hispania asentamientos estratégicos desde un punto de vista no sólo militar sino también comercial, aprovecharon la fácil excavabilidad de la piedra tosca para crear esta especie de granja artificial, que permitía la explotación de estas factorías de garum, cuyas instalaciones necesitaban para su buen funcionamiento de abundancia de atunes, de agua dulce para lavar el pescado y unas salinas.

En las salazones romanas ninguna parte del pescado se desaprovechaba. La carne se salaba y, con las vísceras, se elaboraba el garum, la muria y el allec, que además de su valor nutritivo tenían propiedades medicinales. Por último, los cartílagos y espinas de los peces se trituraban para, después de secar, convertirlos en harina de pescado que se utilizaba como fertilizante y alimento para los animales domésticos.

Una salsa muy famosa

Tal y como hemos dicho, la piscifactoría de los Baños de la Reina era un centro de producción de garum. Hablamos de una de las más famosas salsas de la época. Su proceso de fabricación consistía en la inmersión de las vísceras e intestinos del pescado en una solución salina saturada y su posterior fermentación, favorecida por la acción de los rayos solares. Al parecer, y según atestiguan documentos escritos, el único inconveniente del garum era su olor, fuerte e incluso desagradable, aunque ello no era óbice para que los romanos lo consideraran un manjar para acompañar la carne, el queso, fruta, vino o el pescado.

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