Tarbena grande

Tárbena: la esencia del paisaje mediterráneo entre las dos Marinas

Entre las dos Marinas, la Alta y la Baja, se sitúa Tárbena. Un acogedor pueblo de montaña al que podréis bien desde Parcent, si accedéis por el norte, o a través de Callosa de Ensarrià, si lo hacéis desde el sur. Aire puro, sólo perfumado por las plantas aromáticas de la sierra, tranquilidad, descanso y el paisaje típico de esta zona del Mediterráneo es lo que nos ofrece Tárbena, que se eleva unos 560 metros por encima del nivel del mar, lo que permite ver el manto blanco de la nieve cubriendo sus calles y casas aunque sea de forma esporádica.

Con esta descripción es fácil pensar en Tárbena como un lugar idóneo para el relax y para disfrutar de la naturaleza a través de rutas de senderismo o en bicleta que os llevarán hacia el Barranc de Les Lletres, donde se esconde una cueva del mismo nombre; el Caserío de Bixauca o el despoblado morisco de Garx, en la solana del Carrascal de Parcent.

Sin embargo, en su patrimonio también destacan algunos elementos que incrementan su atractivo y permitirán completar la visita. Uno de ellos es la iglesia parroquial, declarado declarado de Bien de Relevancia Local por la Generalitat Valenciana. Data del siglo XVIII y  resalta no sólo por la  gran riqueza decorativa en sus bóvedas, sino por el retablo en el altar mayor tallado en madera de cedro real.

Pero sin duda, lo que más se hace ver en esta pequeña población desde el punto de vista cultural y patrimonial es su castillo. De origen musulmán, se localiza próximo a la población, en el cerro Segué, a una altura de 700 metros; y aunque es cierto que está parcialmente destruido, entre los restos existentes se distinguen aún algunas dependencias, en especial la base de una torre y el aljibe, el cual constaba de dos recintos de distinto tamaño.

Tierra de cristianos, de árabes y de mudéjares

Desde este lugar se dominaba el valle y el acceso a Parcent por el Coll de Rates, lo que permitía a los moradores de antaño avistar cualquier incursión tanto de invasores durante las guerras con los musulmanes como, posteriormente, ante la llegada de saqueadores piratas que llegaban a la costa de la Marina procedentes del básicamente del norte de África. Piratas, cristinaos, mudéjares y moriscos. Todos ellos protagonizaron luchas y revueltas en esta zona estratégicamente situada.

Hay noticias de que en abril de 1245 el caudillo árabe  al-Azraq y el infante Alfonso de Aragón firmaron el “Pacto del Pouet” por el cual el árabe se declaraba vasallo del rey Jaume I, entregándole inmediatamente los castillo de Pop y Tárbena. No obstante, Tárbena participó activamente en la revuelta del propio al-Azraq (1248-58), l acual fue sofocada por el rey cristiano, quién como castiglo entregó la fortaleza, el valle, fortificaciones y villas de Tárbena al mudéjar Mohámed ‘Amr ibn Isahq. Poco más tarde éste también se alzó contra Jaume I, brindando  apoyo a los rebeldes de Murcia, lo que provocó su expulsión del Reino de Valencia en el 1268.

Pero el papel de Tárbena como centro de alzamientos contra la reconquista cristina no quedó aquí, sino que su castillo también  fue uno de los focos importantes de la revuelta de Ibrahim (1276-77), lo que terminó con la expulsión de los mudéjares de esta zona Tárbena tras ser sofocada la revuelta.  Fue entonces cuando Pedro el Grande otorgó la carta puebla, según la cual se asentaron cuarenta pobladores cristianos en el valle. Corría el año 1280.

Poco duraron los cristianos en Tárbena, al cabo de poco tiempo el valle volvió a ser habitado por mudéjares. Fue con el decreto de expulsión de los moriscos (1609) con el que el valle de Tárbena quedó totalmente despoblado. Sin embargo, la llegada de pobladores venidos de las Baleares lo que ayudó a reflotar la población, imprimiendo el carácter de las islas a este pequeño núcleo de la Marina.

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