Cuenta la leyenda que al perder los musulmanes sus territorios de la península, el último príncipe musulmán se volvió hacia la Vall de Gallinera para contemplar su horizonte por última vez, pronunciando estas palabras: “No me importa perder un imperio en justa batalla, pero sólo abandonar la Vall de Gallinera puede hacer llorar a un príncipe del Islam”.
Antigua tierra de moros, posteriormente de moriscos (cuya expulsión en 1492 dejó una gran impronta además de distintas rebeliones que obligaron a los tercios de los Reyes Católicos a actuar con contundencia) y actualmente dominada por los cerezos, la Vall de Gallinera constituye un lugar magnífico para perderse unos días…o semanas. Paz, naturaleza, historia, gastronomía, tradición, cultivos, vistas inigualables…y muchos más alicientes son los que se pueden encontrar en esta zona del interior de la Marina Alta.
Sus ocho municipios y 700 personas (muchas más los fines de semana y, sobre todo, en verano) aún conservan la herencia musulmana, que se respira en sus calles, estructuras, paisajes y en el propio prefijo que encabeza el nombre de sus principales poblaciones. De hecho, cada una de ellas constituye en sí misma un casco histórico que esconde un entramado de calles empedradas y retorcidas, casi siempre en ascenso para adaptarse a una orografía complicada, pero donde no faltan fuentes de las que emana agua fresca y pequeñas iglesias que respiran historia y tradición.
En nuestro recorrido, Benirrama debe ser nuestra primera parada. Se trata de un municipio pequeño que respira tranquilidad bajo la vigilancia de un castillo levantado en la alta edad media (siglos XI y XII). Si continuamos nuestra marcha llegaremos a Benialí, aunque poco antes deberemos reparar en la Font de l’Alcudia, que da de beber a un antiguo poblado morisco que responde al mismo nombre, y cuyos restos merecen al menos una parada para descansar y reflexionar.
Hablar de Benialí es hacerlo de un lugar de culto para los hogareños, devotos del Cristo de la providencia, que da nombre a la iglesia. Y de Benialí a Benissivà, donde se recomienda visitar la iglesia de San Miguel Arcángel.
Camino de la Foradà
En nuestro recorrido por la carretera, y tras dejar Benissivà, habremos de divisar unos paneles indicadores que nos llevarán a cruzar la carretera y ascender por una pista de cemento hacia Benitaia. Desde ahí, y tras girar primero a la derecha y posteriormente a la izquierda, tomaremos una pista rural que se inclina entre naranjos y que pasa por un viejo convento donde también podremos coger aire y hacer una parada de avituallamiento para reponer fuerzas y disfrutar del paisaje.
Una bifurcación un poco más adelante nos indicará los dos posibles caminos que llegan hasta la Foradà, el punto más elevado de la Vall de Gallinera que nos permitirá disfrutar de unas vistas magníficas, con el mar al fondo. Antes, habremos pasado por la Cova y Font de Moragues. La Foradà, que reproduce una especie de agujero en forma de gran ojo sobre la roca, es uno de los grandes atractivos de la Vall de Gallinera. Merece la pena subir y relajarse en su explanada mientras se contempla el paisaje.
Ya de bajada, y tras llegar a otra bifucarción, habremos de tomar la situada a la izquierda para visitar otro de los pueblos del Valle, Patró, y de ahí, por distintas pistas de tierra hasta La Carroja, para regresar a Benissivá.