molins pedreguer

Mucho más que molinos de viento

La arquitectura y el patrimonio rural están de moda. Tal y como ha sucedido con los Riuraus, revalorizados gracias a la puesta en marcha de iniciativas como una ruta comarcal y distintos catálogos (fruto de la colaboración entre administración y empresas), los molinos de viento vuelven a cobrar vida. El ejemplo lo tenemos en Pedreguer, donde su ayuntamiento ha puesto en marcha una iniciativa para recuperar las estructuras sobre el Tossal, coronado desde hace más de un centenar de años por dos molinets harineros que se han convertido en auténticos iconos del municipio.

Redactado por el arquitecto Josep Ivars, experto en patrimonio, los molinos se han rehabilitado a través de la actuación de los trabajadores del taller de empleo Verd i Pedra. Estos trabajos, que están a punto de concluir, han servido para sacar de la ruina unos molinos que fueron abandonados (y posteriormente expoliados) a comienzos del siglo XX, y que han visto impasibles como el paso del tiempo iba socavando sus estructuras. De hecho, hoy día sólo quedan sus paredes, habiendo desaparecido la cubierta y la bóveda que antaño ocupaba la primera altura.

El proyecto, que también ha incluido el arreglo de sendas del término municipal, se considera absolutamente necesario para poder recuperar estas estructuras eólicas e históricas para los vecinos…además de poner en valor los molinos de cara a su difusión y promoción turística, en esta voluntad comarcal por ofrecer al visitante algo más que sol, playa…o gastronomía.

Y es que aunque se suelen confundir con antiguas torres de vigilancia, como las que dominan todo el litoral costero, se trata de elementos de primer orden que merecen ser conservados por su importancia dentro del patrimonio rural de la Marina. Un estudio de Seijó Alonso, titulado Molinos de viento en tierras alicantinas, cifró en 88 los molinos de estas características que ocupaban atrás toda la geografía valenciana. De ellos, se calcula que 37 se localizaban en la Marina Alta, lo que da cuenta de la importante actividad eólica que tenía esta comarca, en la que se aprovechaba la fuerza del viento para moler los cereales.

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trenet

Un paseo en ferrocarril por La Marina

Si hay algún medio de transporte que vertebre desde hace años las dos comarcas que forman La Marina es el ferrocarril. El también llamado Trenet de la Marina ya es centenario. Muy lejos ha quedado aquel 28 de octubre de 1914 cuando su locomotora se dejó escuchar por primera vez, en una fecha que supuso un hito en el desarrollo económico de ambos territorios, separados por el puente del Mascarat.
Fue el Rey Alfonso XIII (bisabuelo del actual monarca español) quién puso la primera piedra en La Vila al son de las bandas de música que saludaban aquellos primeros vagones, que en menos de un año, en concreto el 11 de julio de 1915, llegaban a Dénia gracias a la prolongación de la vía. Lo hizo una locomotora que transportaba plantas, flores y banderas, y que arrastraba cinco coches de primera, uno de segunda, uno de tercera y un coche salón.
Cerca de 2.000 trabajadores participaron en las obras, que se vieron obligadas a detenerse durante un breve tiempo con el estallido de la Primera Guerra Mundial, que afectó a la constructora, de origen francés. No obstante las obras avanzaron a buen ritmo, dando como resultado una fabulosa obra de ingeniería (que aún es referente, hoy día) necesaria para salvar sierras, desfiladeros, ríos, barrancos y acantilados. Sin ir más lejos, y como ejemplo, recordar que el itinerario cuenta con 2,5 kilómetros de túneles, 7 viaductos y 17 puentes.
La creación del ferrocarril, en una época donde los coches y camiones en España tenían un papel poco menos que testimonial, impulsó el desarrollo económico y demográfico de ambas comarcas, al posibilitar un transporte de personas y mercancías más rápido y eficiente, contribuyendo al mismo tiempo a la expansión de los puertos de Alicante, Altea y Dénia.
Pero su más que acreditado papel como símbolo de la llegada del progreso a toda la zona norte de la provincia alicantina fue dejando lugar, con el paso del tiempo, a un papel secundario a medida que mejoraban las infraestructuras. Más cuando la aparición de modernos sistemas de transporte no ha ido la misma velocidad que las mejores introducidas en la línea. De hecho, para cubrir la distancia entre Dénia y Alicante (alrededor de 100 kilómetros) se requieren más de dos horas y media. La orografía del terreno (junto a la falta de financiación, dificultades para las expropiaciones de terrenos y otros intereses ‘ocultos’) provocaron que sus vagones tengan que desplazarse sobre una vía estrecha, con velocidades que oscilan entre los 42 y los 48 kilómetros/hora.
Sin embargo, la importancia y gran cantidad de municipios que conecta, los bonitos paisajes que permite disfrutar al viajero y el encanto que siempre destila cualquier trayecto en tren le han conferido una destacada relevancia turística. Sin olvidar la modernización (lenta, pero progresiva) de los vagones, que se han ido sustituyendo por tranvías de última generación.
Antiguo, algo caduco, pero simbólico e igual de necesario. Es el Trenet de la Marina.

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nautico

La Marina: pasión por el mar y los deportes náuticos

Las actividades deportivas constituyen una parte esencial de la oferta que ofrece La Marina. La personalidad y belleza de sus costas, las características de sus vientos, su clima benigno y paisaje mediterráneo convierten a ambas comarcas (la Marina Alta y la Marina Baixa) en un escenario ideal para la práctica de todo tipo de deportes y actividades, especialmente aquellos relacionados con el mar.
Clubes, puertos deportivos y empresas hacen de municipios como Dénia (una de las cuatro estaciones náuticas con las que cuenta La Comunitat), Jávea, Moraira, Calpe o Altea mantengan esa vocación por dar un excelente servicio a los practicantes de los deportes náuticos. En un paisaje excepcional, este tipo de turista se encuentra siempre asistido en la práctica de la vela, el remo, el piragüismo, la pesca o el alquiler de cualquier embarcación con la que salir a navegar o disfrutar del submarinismo, sin olvidar las posibilidades de ocio que ofrece cualquier forma de excursionismo marítimo.
Por otra parte, el régimen de vientos convierte a los extensos arenales del norte de la comarca, especialmente la zona de L’Almadrava y Les Deveses (que comparten Dénia, Els Poblets y El Verger) en playas ideales para el surf, el windsurf o el kitesurf. En cambio, todo el litoral sur ofrece excelentes condiciones para la práctica del buceo. El mejor ejemplo lo encontraréis en Jávea, cuya privilegiada ubicación geográfica entre dos cabos (Sant Antoni y La Nau) dibujan una orografía privilegiada, con pequeños islotes, grutas, cuevas submarinas y una reserva litoral que suponen un auténtico paraíso para los amantes del submarinismo. Todo ello sin olvidar el gran número de Pecios y restos de naufragios que se pueden hallar en todo el litoral de la Marina, y que merecen ser explorados bine por los aficionados al submarinismo o simplemente por los amantes del snorkel.
A toda vela
La práctica de la Vela igualmente forma parte de la cultura y tradición de La Marina, constituyendo otro de los grandes ingredientes de su oferta turística y deportiva Su situación en el mapa, en pleno mar mediterráneo y frente a Las Islas Baleares, así como sus inigualables condiciones meteorológicas favorecen la práctica de este deporte y ponen todo a favor para que podáis disfrutar de la vela, del mar y de una estancia única. Varias escuelas de vela, clubes deportivos y agencias náuticas representan esta voluntad por practicar la vela u otras modalidades no menos apasionantes como el piragüismo o el remo, en sus diferentes disciplinas.
Ello por no hablar en profundidad del amplísimo calendario de pruebas que se celebran en aguas de La Marina a lo largo de todo el año, y que tienen, de manera específica, al Real Club Náutico de Dénia como anfitrión ejemplar en su organización y desarrollo modélico, sin olvidar el creciente protagonismo que está adquiriendo el Puerto Deportivo y Turístico Marina de Dénia.

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gallinera

La Vall de Gallinera: la tierra de los cerezos que hizo llorar a un príncipe del Islam

Cuenta la leyenda que al perder los musulmanes sus territorios de la península, el último príncipe musulmán se volvió hacia la Vall de Gallinera para contemplar su horizonte por última vez, pronunciando estas palabras: “No me importa perder un imperio en justa batalla, pero sólo abandonar la Vall de Gallinera puede hacer llorar a un príncipe del Islam”.

Antigua tierra de moros, posteriormente de moriscos (cuya expulsión en 1492 dejó una gran impronta además de distintas rebeliones que obligaron a los tercios de los Reyes Católicos a actuar con contundencia) y actualmente dominada por los cerezos, la Vall de Gallinera constituye un lugar magnífico para perderse unos días…o semanas. Paz, naturaleza, historia, gastronomía, tradición, cultivos, vistas inigualables…y muchos más alicientes son los que se pueden encontrar en esta zona del interior de la Marina Alta.

Sus ocho municipios y 700 personas (muchas más los fines de semana y, sobre todo, en verano) aún conservan la herencia musulmana, que se respira en sus calles, estructuras, paisajes y en el propio prefijo que encabeza el nombre de sus principales poblaciones. De hecho, cada una de ellas constituye en sí misma un casco histórico que esconde un entramado de calles empedradas y retorcidas, casi siempre en ascenso para adaptarse a una orografía complicada, pero donde no faltan fuentes de las que emana agua fresca y pequeñas iglesias que respiran historia y tradición.

En nuestro recorrido, Benirrama debe ser nuestra primera parada. Se trata de un municipio pequeño que respira tranquilidad bajo la vigilancia de un castillo levantado en la alta edad media (siglos XI y XII). Si continuamos nuestra marcha llegaremos a Benialí, aunque poco antes deberemos reparar en la Font de l’Alcudia, que da de beber a un antiguo poblado morisco que responde al mismo nombre, y cuyos restos merecen al menos una parada para descansar y reflexionar.

Hablar de Benialí es hacerlo de un lugar de culto para los hogareños, devotos del Cristo de la providencia, que da nombre a la iglesia. Y de Benialí a Benissivà, donde se recomienda visitar la iglesia de San Miguel Arcángel.

Camino de la Foradà

En nuestro recorrido por la carretera, y tras dejar Benissivà, habremos de divisar unos paneles indicadores que nos llevarán a cruzar la carretera y ascender por una pista de cemento hacia Benitaia. Desde ahí, y tras girar primero a la derecha y posteriormente a la izquierda, tomaremos una pista rural que se inclina entre naranjos y que pasa por un viejo convento donde también podremos coger aire y hacer una parada de avituallamiento para reponer fuerzas y disfrutar del paisaje.

Una bifurcación un poco más adelante nos indicará los dos posibles caminos que llegan hasta la Foradà, el punto más elevado de la Vall de Gallinera que nos permitirá disfrutar de unas vistas magníficas, con el mar al fondo. Antes, habremos pasado por la Cova y Font de Moragues. La Foradà, que reproduce una especie de agujero en forma de gran ojo sobre la roca, es uno de los grandes atractivos de la Vall de Gallinera. Merece la pena subir y relajarse en su explanada mientras se contempla el paisaje.

Ya de bajada, y tras llegar a otra bifucarción, habremos de tomar la situada a la izquierda para visitar otro de los pueblos del Valle, Patró, y de ahí, por distintas pistas de tierra hasta La Carroja, para regresar a Benissivá.

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