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La Vila te sacará los colores

La Vila Joiosa, como se la conoce en valenciano, reúne algo especial que provoca que todo aquel que la visite desee regresar. Su luz, propia de una localidad mediterránea, y la configuración de su casco antiguo, con pequeñas calles que recuerdan épocas pasadas constituyen un atractivo para los muchos turistas y visitantes que se detienen en este antiguo pueblo de pescadores que, pese a ser la capital administrativa de la Marina Baixa, conserva su esencia y encanto.

Prueba de ello son sus casas junto al puerto, pintadas al más puro estilo mediterráneo en luminosos colores. Su presencia, casi a modo de arcoíris en formato arquitectónico, se convierte en un símbolo de la ciudad y, probablemente, en el mejor reclamo para el turista.  Ese colorido tan peculiar, en contraste con el azul del Mediterráneo, hace dela Vila un destino diferente que atrapa y merece, cuanto menos, un alto en el camino cuando se visita la Costa Blanca.

Esta fachada arquitectónica y colorida pertenece propiamente al casco antiguo de la Vila, que transporta al visitante a otros tiempos debido gracias al buen estado de conservación de las murallas y al entramado de pequeñas calles que guardan un trazado muy peculiar. Los orígenes Fenicios, romanos e incluso egipcios de sus primeros pobladores han marcado este carácter tradicionalmente marinero y comercial que todavía se respira.

Si nos detenemos en el conjunto histórico artístico será necesario visitar la iglesia-fortaleza de la Asunción, perteneciente al gótico catalán, y el conjunto de las calles Colón y de Canalejas, donde se conservan edificios con diferentes estilos arquitectónicos que abarcan los siglos XIX y XX. Tampoco se puede pasar por alto en la visita uno de los iconos de la ciudad: las casas colgantes polícromas sobre el río Amadorio.

Y muy cerca de allí, de lo que aún queda de aquel pueblo pequeño de pescadores,  más de tres kilómetros de playas entre las que destaca la del Centro, que acoge anualmente el desembarco moro; la playa de El Paraís o la del Xarco, donde se encuentra la torre vigía de su mismo nombre, que constituye uno de los elementos patrimoniales más importantes de esta localidad.

Sin entrar en sus fiestas, con un desembarco de Moros y Cristianos reconocida como Fiesta de Interés Turístico y una gastronomía que conquista todos los sentidos, con sus arroces, pescados y cocina tradicional basada fundamentalmente en los productos del mar. Sin olvidar el Museo del Chocolate, conocido en toda España y que una institución.

Sin duda, la visita a Villajoyosa es uno de los mejores recuerdos que podréis guardar de vuestras vacaciones en La Marina y en el conjunto de la Costa Blanca. No dejéis de hacerlo. La Vila os sacará los colores.

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Relleu, la fuerza del interior de la Marina Baixa

Relleu, algo más que paisaje en el interior de la Marina Baja.

De origen siempre agrícola, Relleu asombra por su escarpado territorio.

En el interior de la Marina Baixa, escondido en un valle y vigilado por considerables gigantes como la Serra del Cabeçó (1.207 m.), la Serra de la Grana (1.112 m.), y la Serra de l’Aguilar (de 889 metros de altitud) se encuentra Relleu. Este municipio de interior, que vive a la sombra de capitales costeras como Benidorm, La Vila o Altea debe su nombre (en valenciano significa relieve) a la accidentada orografía que conforma su término municipal, que es al mismo tiempo la que le otorga atributos distintos a aquellos otros municipios, pero igual de atractivos.

De origen siempre agrícola, Relleu asombra por su escarpado territorio, que da lugar a parajes de gran belleza. Entre ellos, el más singular es el pantano del río Amadorio. Construido en 1776 bajo el reinado de Carlos III, tiene una capacidad de 4.337.696 metros cúbicos y, aunque está en desuso, impresiona por la orografía que ha ido dibujando el río a su paso. Otro de los puntos de visita obligada en el recorrido por el término de Relleu es la denominada Patá de Sant Jaume, una huella de pie marcada sobre la roca cuyo origen se atribuye a una supuesta visita que el Apóstol hizo a la población. Se accede al enclave bordeando el cauce del río a través de senderos. La belleza de la zona se ve completada con los tolls o pequeños embalses o donde poderse zambullir en verano, cuando la temperatura del agua lo permite.

Pero Relleu es algo más que paisaje. El casco urbano de la población, empinado y estrecho como los mejores zocos árabes, está muy bien conservado y tiene ejemplos arquitectónicos de notable interés. La Plaza del Sagrado Corazón de Jesús es el epicentro de la vida de Relleu y constituye, al mismo tiempo, el eje de comunicaciones de la población. Otras pistas de su riqueza arquitectónica nos las ofrece el propio Ayuntamiento o la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. Esta última se erigió en el siglo XVII sobre el antiguo cementerio de la población, para ser demolida a finales del siglo pasado. En 1931 finalizó su reconstrucción.

Sus campanas son uno de los elementos más sobresalientes por su singularidad, ya que son las más antiguas de toda la provincia.

La Casa Fortificada La Garrofera, el Castillo de Relleu, o las Torres de Casa Balde y Vallonga, todos ellos declarados Bienes de Interés Cultural, tampoco desmerecen. Y es que Relleu reivindica la belleza y atractivo del turismo rural de la Marina Baixa, cuya atención se desvía con demasiada intensidad y frecuencia hacia las zonas costeras.

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